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Competencias emocionales de las agentes educativas para la atención integral de la primera infancia
Amelia del Rosario Quiroz Játiva
Natali del Rosario Escobar Moreno
ayuda y recursos, así como la autoecacia
emocional. (Bisquerra, 2005, p. 99)
Por lo anterior, se comprende que las
experiencias emocionales son permanentes en
las relaciones interpersonales. El trabajo de un
agente educativo se basa principalmente en las
mismas: por un lado, con los niños y las niñas;
por el otro, con los compañeros, con los padres
de familia. Con mayor o menor intensidad,
las agentes educativas están expuestas a las
emociones de cada día, por lo que se necesita
tener una actitud positiva, una autoestima
emocional, capacidad para analizar críticamente
las normas sociales, no solo como benecio que
recae directamente sobre ellos, sino también
sobre el quehacer pedagógico y, por tanto, sobre
los niños y niñas de primera infancia, de manera
directa.
Competencias para la vida y el
bienestar, son la capacidad para adoptar
comportamientos apropiados y responsables
para afrontar satisfactoriamente los desafíos
diarios de la vida, ya sean personales,
profesionales, familiares, sociales, de tiempo
libre, etc. Las competencias para la vida
permiten organizar nuestra vida de forma sana
y equilibrada, facilitándonos experiencias de
satisfacción o bienestar. (Bisquerra, 2005, p.
99)
Con esto se quiere decir que, esta competencia
supone que el agente educativo experimente
el bienestar subjetivo en las cosas que hace
diariamente en el ambiente escolar, en el tiempo
libre, en la recreación, en las actividades sociales
y escolares; se trata de generar recursos que
ayuden a organizar una vida sana y equilibrada,
superando los obstáculos que puedan acontecer
a diario.
La descripción de las anteriores competencias
emocionales, vistas desde el ámbito formativo
para las agentes educativas, responde a una
necesidad tanto individual como social, donde
primero, se las reconoce como personas
humanizadas y segundo, se identica su papel
fundamental como mediadoras emocionales,
que son capaces de estimular experiencias
emocionales positivas y enriquecer la
comunicación asertiva a partir de su propio
ejemplo y vivencias.
Al respecto, Daza y Vega (citados por Chaux et
al., 2004) arman que:
En este contexto, el papel del maestro es
fundamental: tiene la doble tarea de dar
ejemplo y de dirigir las acciones que conduzcan
a que los estudiantes establezcan relaciones
armoniosas tendientes al bienestar individual
y del grupo, a promover la participación de los
alumnos en la toma de decisiones y solución
de problemas, a reconocer la individualidad
y, a respetar y valorar las diferencias. (p. 38)
En este sentido, es pertinente retomar las
aplicaciones de la educación emocional, las
cuales se pueden dejar sentir en múltiples
situaciones, como: “comunicación efectiva
y afectiva, resolución de conictos, toma de
decisiones, prevención inespecíca, etc. Todo
ello de cara a posibilitar un mayor bienestar
subjetivo, que redunda en mayor bienestar
social” (Bisquerra, 2005, p. 99), situaciones
que se presentan actualmente en las aulas de
primera infancia del Centro de Desarrollo Infantil
La Rosa, principalmente las relacionadas con
comunicación asertiva por parte de las agentes
educativas, lo cual puede estar afectando el
clima emocional del aula, como aspecto crucial
que interviene en todo el proceso formativo y de
calidad de los aprendizajes.
La inuencia de las primeras relaciones
emocionales, como las relaciones agente
educativo-niños y niñas, es esencial para las
investigadoras, pues trasciende a lo largo de la
vida de los infantes y, por ende, en la sociedad,
demostrando con esto que, la formación en
educación y competencias emocionales en los
agentes educativos es necesaria para fortalecer
su práctica pedagógica, coherente con las
necesidades de los contextos vulnerables de los
que provienen las niñas y los niños, reconociendo
que, aunque el Centro de Desarrollo Infantil
no será nunca un sustituto de la familia,
en situaciones particulares ellas y ellos no
encuentran en la familia, un clima emocional
adecuado donde desarrollar de manera natural
sus habilidades sociales y emocionales y,
acuden al aula con una carencia que, de alguna
forma, el agente educativo debe atender, siendo
ejemplo y, siendo capaz de proponer estrategias
pedagógicas apropiadas.