
Los desaos de la continuidad pedagógica en tiempos de pandemia: algunas evidencias del trabajo escolar
a partit de una indagación en la Escuela Normal Superior de Putumayo.
205
Walter Antonio Mesquita Romero
su carácter de acogida y hospitalidad (Quiceno,
2021); en otros términos, un espacio que permite
acercar un tipo de encuentro diferente al que
habitualmente los estudiantes pueden encontrar
en otros ambientes (familiares, sociales,
deportivos); garantiza un espacio distinto para
mantener una relación con los saberes.
2. La escuela como un espacio otro
A lo largo de la historia la escuela, como
institución central de la sociedad, soportó y
tramitó diversas contingencias que afectaron
su devenir, destacando principalmente aquellas
derivadas de las guerras y de las crisis sanitarias
(peste amarilla, gripe de 1918-1919, epidemia
de poliomielitis, ‘gripa porcina’, H591) que
han dejado ciertas marcas en el derrotero
pedagógico y alteraron profundamente las
formas de vida escolar (los trabajos académicos
en nuestro país son escasos sobre este asunto).
Justo la pandemia de la gripa de 1918-1919
causó numerosas muertes, sobre todo en el
altiplano cundiboyacense (Gamboa et al.,
2007), generando nuevas mecanismos de
funcionamiento de un conjunto de instituciones
centradas principalmente en la higiene. Pineau
y Ayuso (2020) señalan que, en el caso de
Argentina, tras la ‘gripe porcina’ de 2009, fueron
modicadas las agendas institucionales; el
país se vio forzado a replantear la preparación
de algunos cuadernillos y materiales, para
garantizar la continuidad pedagógica. Por lo
tanto, es preciso que la voz de novedad y de
‘acontecimiento’ que se impone con la crisis
sanitaria actual, no nos lleve a dejar al margen
las experiencias pasadas que, como sociedad,
enfrentamos y, develar algunas claves para
nuestro desafío actual.
En todo caso la escuela, como espacio
destinado al cultivo de una forma de vida
especíca, a pesar de estos desafíos, se instala
como un entorno de una forma singular de
relacionamiento con el saber y el cultivo, de un
modo de vida distinto al que se impone desde
otros espacios como el hogar o el de la plaza
pública; en otras palabras, allí se producen
cosas que no se lograría en otros espacios
sociales. Bien resalta su carácter de skholé, es
decir, como un tiempo (otro) de ocio para la
creación, un espacio para la imaginación, para
el cuidado e, incluso, en muchas ocasiones, un
espacio clave para el acceso a la alimentación
de los niños (Ballén et al., 2021).
Tras el advenimiento de la pandemia y el
posicionamiento potente de los entornos
mediáticos (distintas redes digitales
garantizaron sostener cierto vínculo
pedagógico), se impulsó una variedad de
planteamientos sobre un trabajo escolar basado
principalmente en estos entornos: ¿se puede
trasladar las diversas conguraciones de lo que
se entiende por escuela a las pantallas?, ¿qué
formas de trabajo se enriquecen y qué otras
pierden sentido tras el posicionamiento de esta
forma de trabajo escolar? Las respuestas que
se extienden en el panorama son variadas,
atendiendo fundamentalmente a los contextos
en los que son elaboradas; no obstante, diversas
investigaciones empiezan a poner en relieve
algunas conclusiones en común: la profunda
y sentida afectación de la interacción social de
los estudiantes, cierta dicultad para sostener
un trabajo escolar exclusivo en pantallas y,
disminución de la motivación por el estudio
(Almendingen et al., 2021); la relación directa
entre las desigualdades socioeducativas de las
familias y la implicación en el trabajo escolar
bajo esta modalidad (Expósito y Marsollier,
2020).
En general, la escuela emerge revitalizada
tras la pandemia, pues se posiciona como
un espacio no solo para promover el
aprendizaje, sino también para la socialización
y el encuentro, que exigen ciertas formas de
presencia física de los implicados. Quedan
debilitados los discursos de la uberización de
la educación (Segura et al., 2018); es decir, la
creencia de, que la institución escolar puede
ser remplazada fácilmente por un cúmulo
de trabajos sostenidos principalmente por
grandes plataformas mediáticas. Basados en la
evidencia, emerge con fuerza el postulado que
considera que la formación es, ante todo, un acto
humano que está determinado por una especie
de encuentro físico, de mayor relevancia entre
los niños, niñas y adolescentes, de manera
que la escuela se instituye en medio de la
pandemia, como un entorno otro, un espacio
para la esperanza, para un diálogo distinto
cargado de perspectivas; la escuela como un
encuentro de solidaridades, de emociones y de